Aclaración importante

ACLARACIÓN. El blogdelviejotopo no está relacionado con la revista El Viejo Topo. Pese a utilizar también la metáfora "viejo topo" en el nombre, el blog es completamente ajeno a la revista, cuya dirección es www.­elviejotopo.­com / Sobre el significado del término "viejo topo" en la tradición marxista, consúltese http://blogdelviejotopo.blogspot.com.es/2013/06/el-termino-viejo-topo-en-la-tradicion.html

martes, 6 de mayo de 2014

El poder de Google (2 de 2). Quien tiene los datos, determina nuestro futuro.


Imagen: "Google finally in Cairo", por mnadi (Flickr), 2005. Internet se va extendiendo a todos los rincones del planeta, y con el ello también el poder de Google. Las implicaciones sociales y políticas que derivan de tal poder, obligan a un debate imprescindible y urgente.


"Tú no eres cliente de Internet, tu eres su producto"
"Si blogueo, tweeteo y wikeo todo el tiempo; si la mente colmena es mi público: ¿quién soy yo?",
Jaron Lanier

Jaron Lanier.
 Fotog. de Jonathan Sprague.
Como segunda parte de "El poder de Google", os presentamos el artículo de Jaron Lanier, titulado "Quien tiene los datos, determina nuestro futuro". El pasado domingo publicamos la traducción al castellano de la "carta abierta" que Mathias Döpfner -director general de Axel Springer SE, el gigante alemán de los medios- dirigió a  Eric Schmidt, presidente ejecutivo del imperio Google. El artículo de Jaron Lanier, igual que el anterior, fue también publicado en el FAZ (Frankfurter Allgemeine Zeitung).

Con ambas entradas, lo que pretendemos es hacer una contribución al necesario debate sobre el peligro o amenaza que podría derivar de esa situación de casi monopolio que ejerce Google. No cabe duda que Google acumula un poder que preocupa a muchos. Cualquier poder excesivo siempre es preocupante. Existen aspectos especialmente calientes por sus implicaciones políticas. Por ejemplo, el tema de si Google condiciona de alguna forma el tipo de información a la que accedemos en Internet al realizar búsquedas. O, más polémico todavía, las implicaciones derivadas del conocimiento que Google posee sobre nuestras vidas. Desde el blog del viejo topo pensamos que se trata de un tema que nos interesa a todos y que merece la pena discutir. Iremos publicando más entradas sobre el tema, de forma periódica, con la intención de aportar el más amplio abanico de perspectivas y puntos de vista posibles.
En el mundo de la informática y particularmente de Internet, Jaron Lanier es de sobra conocido. Pero quizás el usuario no experto no haya oído hablar de este polifacético personaje, informático, inventor, compositor, artista visual y profesor e investigador de universidad. Por este motivo, al final os presentemos unos cuantos enlaces para aquellos que deseen saber un poco más sobre Lanier.
Otras entradas del blog relacionadas: "Carta abierta a Eric Schmidt (presidente ejecutivo de Google)" (de Mathias Döpfner), "El fin del anonimato. Lo que los drones y Facebook tienen en común" (de Zygmunt Baumann) y  "Un mundo felizmente vigilado" (de Daniel Leisegang). Del texto de Zygmunt Baumann, os recomendamos especialmente la segunda parte del artículo dedicada a Facebook. 

Ficha técnica
Original: "Wer die Daten hat, bestimmt unser Schicksal", en Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ), publicado el 24 de abril de 2014. 
Traducción  al español: Tucholskyfan Gabi.
Nota sobre la traducción. El FAZ publica también la versión original en inglés, que no es idéntica a la alemana, presentando ciertas diferencias: esta última tiene algún párrafo que no figura en la versión inglesa, la estructura de párrafos está alterada y hay cambios también en algunos títulos de los epígrafes. Técnicamente, la versión alemana es una adaptación que, suponemos, habrá contado con el visto bueno de Jaron Lanier. En sentido estricto y purista, son dos versiones muy distintas. Esta traducción se ha realizado sobre la versión alemana, acudiendo selectivamente a la versión inglesa para algunos fragmentos aislados. No obstante, trataremos de hacer una nueva traducción a partir exclusivamente del texto original en inglés y la añadiremos como anexo en esta misma entrada (a lo largo de este mes).
Fuente de esta traducción: Blog del viejo topo (blogdelviejotopo.blogspot.com.es)
Imágenes y negritas: son añadidos nuestros.
Uso de esta traducción, advertencia: los derechos del artículo pertenecen a FAZ y su distribución está pues restringida a las condiciones que señala FAZ. Quien por su cuenta y riesgo decida difundir esta traducción, rogamos al menos que se reproduzca íntegramente esta ficha técnica, conservando los enlaces (hipervínculos) que figuran (tanto a este blog como a la fuente en alemán)

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Quien tiene los datos, determina nuestro futuro. 
Jaron Lanier

Jaron Lanier. Fotografía de Jonathan Sprague.















El jefe del Grupo Springer, Mathias Döpfner, nos advierte en el Frankfurter Allgemeine Zeitung (ver primera parte, "Carta abierta a Eric Schmidt (presidente ejecutivo de Google") contra la omnipotencia de Google. La lucha contra ese monopolio de datos ya no la podrá ganar estado alguno en este mundo. Pero aun así, nos quedan algunas posibilidades para contrarrestar tal omnipotencia.

Mathias Döpfner, el presidente ejecutivo del grupo Springer, ha intervenido en el Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ) para pronunciarse sobre Google y otras empresas del ramo. Su aportación ha desencadenado en los medios internacionales una reacción hipercinética, ya no sólo por quejarse de ciertos aspectos, sino por haber dirigido a los órganos europeos dedicados a la Competencia unas observaciones y peticiones muy críticas.

Me resulta sorprendente que este hecho haya causado tanta revuelo. De un tiempo a esta parte, se oye con frecuencia que las empresas de tecnología (IT) ya sabían de qué iba la cosa, algo plausible al ver con cuanta perseverancia estos gigantes del sector IT están prodigando su optimismo acerca del futuro. Se han convertido prácticamente en monopolistas del optimismo.

Un modelo de negocio holístico y sin igual.

Pero como hijo de este optimista mundo tecnológico que soy, considero útil recibir críticas. Fundamentalmente, estoy de acuerdo con lo que Döpfner expone; y quisiera indagar en la cuestión específica que plantea sobre lo que podemos esperar de parte del Estado. Si resulta que somos lo suficientemente valientes para formular nuestros deseos, ¿cuáles serían éstos?

En estos momentos, las leyes existentes en materia de competencia y cartelización nos facilitan un instrumental insuficiente. A Google no se la puede dividir como cualquier otra empresa, puesto que obtiene su negocio en un sector prácticamente indivisible. Alrededor el 90% de sus ingresos resultan de una sola actividad, que es la inserción o colocación de enlaces de publicidad.

Lo cual resulta ser un modelo de negocio integral y holístico que no tiene parangón. No cabe dividir la publicidad de Google por anuncios para teléfonos móviles u ordenadores; esto no es factible. Cualquier usuario podrá abrir en su ‘smartphone’ un buscador para que le indique las páginas que, en un principio, estaban pensadas para los ordenadores. Y dentro de muy poco tiempo, las aplicaciones (Apps) de los smartphones también se podrán usar en los ordenadores. Google no tiene que hacer nada para que esta opción vaya prosperando; de esto se ocupará el desarrollo de las capas de fuente abierta (open source) del ecosistema Google (muchas de las actividades de Google quedan sometidas a controles muy severos, siendo los elementos open source tan sólo una fachada visible, que para nada viene a impedir dicho desarrollo).

Tampoco el negocio con los datos que se captan procedentes de los vehículos, las viviendas, los comerciantes al pormenor o los teléfonos, permite su división,  al ser transmitidos sin restricciones de un sensor a otro. Nuestros teléfonos, por ejemplo, ya se encuentran interconectados con nuestros coches y los comercios que frecuentamos.

Los órganos estatales de supervisión y control prácticamente no sirven de nada, dado que cualquier ley o disposición que se adopte, podrá esquivarse mediante estructuras o algoritmos inteligentes. Sirva de ejemplo el cómo durante los últimos 15 años se ha podido apalancar el derecho de autoría o propiedad intelectual.

Hasta cuando se trate de infracciones evidentes, al autor o propietario intelectual le resultará prácticamente imposible proceder en contra de cada una de ellas. Y por desgracia es así que una sola infracción pesa igual que millones de ellas, en tanto pueda/n descubrirse mediante buscadores en Internet.

Esta carga asimétrica viene a perjudicar aún más a las personas individuales y a las pequeñas empresas, aunque cuenten con dispositivos para proteger su privacidad, que son bien intencionados pero inútiles. Ya solo revisar los ajustes de protección de datos, a una persona le resulta de por sí tremendamente complicado. El escaso margen que los gigantes como Google, Facebook, etc. vienen a conceder, siempre es insuficiente, ya que uno se relaciona obligatoriamente también con los otros actores o usuarios que tienen vínculos comerciales con estos gigantes.

El absurdo sinsentido de los interminables debates en torno a la protección de datos.

Tan sólo los frikis con tendencias maniaco-obsesivas serán capaces de mantener el control. Éste, por parte del Estado, es un mero desiderátum. La persecución de las infracciones contra la protección de datos, a estas alturas ya resulta sumamente difícil y costosa, y ciertamente no irá a menos.

Seamos honestos: pensar que cada individuo, mediante los pertinentes dispositivos para proteger sus datos, podría decidir cuáles quedarán al alcance de otras personas y cuáles no, supone desconocer o ignorar la dinámica que aquí entra a operar. Esto no podría funcionar y sería una labor legislativa completamente inviable. 

Otro ejemplo de cómo las empresas informáticas pueden socavar el control del Estado, lo tenemos en el modo en que se sustraen de su obligación fiscal. Aunque aquí debemos distinguir entre lo que llamo el absurdo sinsentido de los interminables debates en torno a la protección de los datos, y los aspectos fiscales. Las leyes fiscales han de aplicarse porque se encuentran concretadas en la legislación. Las empresas deben liquidar sus impuestos. La protección de datos resulta mucho más difícil de definir; en ella entran aspectos de tipo cultural y emocional, que quizás nunca pueden precisarse del todo.


Logo de Google en un campo solar de California. Foto: REUTERS.

De tratarse del uso cualitativo de datos, como en el caso de su protección, no cabe imaginarse que el Estado esté siempre a la altura de los avances técnicos. Es por ello que al Estado le resulte tan complicadas las disposiciones legales en esta materia en la era digital. Resulta prácticamente imposible prever el desarrollo de la programación informática, máxime cuando toda disposición legal también deba observar los aspectos cualitativos.

Si la transmisión de ficheros completos de películas o libros queda prohibida, cabría transmitirlos en continuo (streaming) desde ordenadores en el extranjero, o dentro de una red peer-to-peer; y posiblemente ninguna persona, en ningún momento quedará en posesión del fichero completo. Todos pudimos observar este juego a lo largo de los últimos años. Muchos están a favor de las prácticas que socavan lo dispuesto en materia de protección del autor o propietario intelectual. Antes yo era uno de ellos. Pero miremos en qué se quedaría este juego en el caso de la protección de datos y su privacidad.

Supongamos por un momento que tenemos acceso a todos los datos que sobre nosotros se reúnen y almacenan. En tal caso, las empresas con cuya ayuda se manipula a las personas pronosticando sus actividades, seguirían ocultando los resultados pertinentes. Es un tema difícil que apenas llega a debatirse en público. Las grandes empresas, al etilo de los regímenes autoritarios, no sólo recogen los datos de los individuos, sino se sirven además de algoritmos para manipular sus mentes. El legislador tan sólo es capaz de alcanzar la superficie de este proceso, el material bruto de datos, pero no su valioso núcleo.

Ojos que no ven, corazón que no siente.

Quisiera señalar que se ha venido formando una clase de expertos en la protección de datos que declaran, con la mayor firmeza, que es posible proteger la intimidad o privacidad y otros valores afines, mediante unas leyes que vengan a anticipar la arquitectura digital futura. A mí me resultan poco convincentes. Y que tengan en los círculos de la Unión Europea cierta influencia, me resulta sorprendente.

Un aspecto que complica la cosa aún más: someter a una empresa como Google a un control estatal resulta además difícil, porque mucha gente ya está tan acostumbrada a recibir servicios gratis que se han vuelto cuasi adictos, por lo que entran a defender a la empresa. Lo cual me recuerda a aquellos que defienden el régimen autoritario mientras les resulte beneficioso a corto plazo.

En ocasiones las personas afines a la tecnología no quieren admitir que ya han perdido el control sobre sus propios datos. Empleando en sus ordenadores software del tipo open source, siguen afirmando que unos superordenadores que operan desde la absoluta clandestinidad no llegan a alcanzar su vida privada. Ojos que no ven, corazón que no siente.

El mero hecho de que el superordenador de una empresa como Google no esté a la vista, para nada quiere decir que no surta sus efectos. Los usuarios si bien perciben sus ventajas prácticas e inmediatas, no deberían perder de vista el sistema entero.

El trilerismo de los dueños de los datos.

A estas alturas, ya es factible ejercer influencia sobre la ciudadanía mediante cálculos estadísticos con el fin de optimizar sus conductas. La publicadad ya no es una forma de comunicación, sino la remunerada microgestión de las opciones que se vienen a ofrecer a las personas. Esto nos aclara el por qué en los últimos años tantas personas y empresas en todo el mundo han desacertado o fallado en sus decisiones crediticias, lo cual hay que tenerlo en cuenta en relación con la crisis financiera en Europa.

Cierto es que a menudo se publicitaban hipotecas absurdas via Google y otras empresas al servicio del cliente en Internet, pero los actores más nefastos eran indudablemente aquellos que ofertaban las hipotecas de forma directa, aun procediendo de modo parecido a Google. Se servían de ordenadores y redes con el fin de obtener poder informático.

Todo aquel que se muestre hábil en el manejo de ‘Big Data', se parece al jugador que obtiene ventajas “contando sus cartas”. Los demás jugadores no tienen oportunidad alguna. Y es por ello que Google y otras empresas, en la cima de la cadena alimenticia de datos, aparte de otros financieros, se han vuelto tan inmensamente ricos.

Google está reformando la sociedad.

Nos encontramos ante un problema muy serio, ya que cada vez más y más gente de a pie se ve privada de sus oportunidades, y la situación aún se irá agudizando en las décadas que vienen, una vez que madure y se disponga de una tecnología automatizada y altamente eficaz. Ese camino no nos llevará a una era de bienestar.

Casi todo el mundo ganará menos, estará menos seguro, mientras los de los ordenadores más grandes se harán extremadamente ricos. Un buen ejemplo para esta evolución nos lo ofrecen los traductores profesionales que seguirán siendo demandados, dado que los algoritmos, que automatizan la traducción de textos, requieren ser ampliados a diario por términos y conceptos nuevos, para hacer comprender las referencias y diferencias culturales; pero aun así, a los traductores se les trata como voluntarios mal pagados o involuntarios que han de trabajar gratis.

Quien esté en posesión de los ordenadores más potentes, decide en esta sociedad altamente desarrollada sobre la suerte de todos los demás. Y esto nos debería preocupar. Y hasta cuando uno pueda usar fuentes open source y no dependa exclusivamente de los servicios de Google, sigue viviendo en una sociedad que Google y Cia. están reformando constantemente.

No había mala intención.

Tampoco deberíamos volvernos melodramáticos. Las gentes de Google no son villanos. Mis amigos y yo, en una ocasión, les hemos vendido un programa de arranque (start-up) y me he encontrado con gente abierta y simpática. También hay gente que critica a Google y cuya crítica no es compartida siempre ni en todas partes. Personalmente, sigo investigando con Microsoft Research, porque Google no quería que me expresara libremente en público. A Microsoft le da igual si critico a la empresa. Pero aun así, habrá mucha gente, sobre todo en el mundo open source, que me considera una mala persona, un “bad guy”, por estar dispuesto a colaborar con un viejo archienemigo. Creo que ha llegado el momento de despedirnos de semejantes clichés. Microsoft resulta criticable en muchos puntos que también podemos criticar a  Google, pero la antipatía que reina entre ambos no debería influir en nuestro criterio sobre Google o el sistema entero.

No obstante, sigue habiendo moralistas que deben dividir el mundo entre buenos y malos. Lo más problemático en Google no es el carácter o la intención de su gente. Son buena gente. El problema es que han alcanzado una posición de extrema influencia, son tan influyentes que pueden desestabilizar la sociedad, si no se actúa en contra. No había mala intención, lo sé, porque estuve con ellos desde el principio. Nadie ha podido prever todo esto.

Microsoft demuestra a las claras que la confrontación con un Estado fuerte a la larga no tiene porque resultar negativa para una empresa grande. En aquel entonces, yo no mantenía contacto con Microsoft cuando se las tenía que ver con los órganos de vigilancia americanos y europeos, pero supongo que la empresa ha salido fortalecida de esos conflictos. Hay que recordarles a las grandes empresas con poderío que sólo pueden subsistir si son apoyadas por la sociedad. Si son conscientes de ello, su trabajo se verá mejorado y adquiere más sentido.

Ninguna influencia sobre contenidos online, por parte de nadie.

Europa debe abordar las cosas de otro modo. Personalmente, considero que el uso de los datos debería ser pagado. Como americano e integrante del mundo IT, me importa que se alcance una solución que se ajuste a la economía del mercado. Me refiero a unos procedimientos en los que cada uno pueda determinar por si solo el precio que puede costar el uso de sus datos, con lo cual quedaría limitado el poder y la influencia de las empresas y del Estado. Un inicio, que ya se ha propuesto en diversas variantes, podría ser un impuesto sobre los datos. Las empresas deberían contribuir con impuestos sobre sus respectivos beneficios que hubieran obtenidos gracias al libre acceso a los datos de la ciudadanía. Pero me temo que en tal caso el Estado alcanzaría demasiado poder con la consecuencia de crearse nuevos ciclos de corrupción. Pero al menos valdría la pena intentarlo.

Otra opción, que también podríamos llamar ‘nuclear’ o ‘antinuclear’, sería prohibir todo tipo de influencia empresarial sobre los contenidos online. Si queremos tener Internet abierto, tal y como lo propagan los partidos piratas, esta sería la salida. No deberíamos aplicar un doble rasero,  por un lado la comunidad, libre de intereses económicos, y por otro, las contadas  empresas americanas con sus beneficios astronómicos. Esto significaría que las actividades online quedarían fuera del alcance tanto de las empresas como de los políticos. Internet se convertiría en esa herramienta, abierta y honesta, como la que a menudo es invocada, pero que hasta la fecha nunca ha sido.

El uso de los datos debe cobrarse.

O bien se procede a concebir el aspecto comercial de Internet con tal amplitud que todos los usuarios se consideren ciudadanos de primera, o bien Internet se mantiene libre de todo comercio. Un Internet parcialmente comercializado, en el que sólo un puñado de gigantes tengan el poder y todos los demás, ávidos de ofertas prácticas gratis, nada tengan que decir, no resulta aceptable en absoluto. Y dado que a estas alturas ya no resulta concebible que el sector comercial quede suprimido, podría ser sensato atraer más personas hacia la economía de Internet, pagándoles a cambio de sus datos, sea mediante un microsistema de pago, como ya he propuesto, o sea por medio de impuestos y programas sociales estatales.

Existen ya muchas ideas interesantes, como por ejemplo la propuesta de Brasil, consistente en que los datos recogidos en Brasil han de almacenarse allí mismo para salvaguardar de este modo la apariencia de soberanía. Pero al examinarlos con más detalle, esos procedimientos no nos aportan mucho. Desde luego cabría almacenar los datos en Brasil, pero cabría evaluar y explotarlos, incontroladamente, en otro lugar. Así, por ejemplo, en los barcos que Google dice poseer. Cualquier prohibición estricta de exportar datos brasileños, vendría a contradecir un Internet global y llevaría al aislamiento de este país.

Como ya hemos dicho, el control por parte del Estado resulta difícil. Ninguno estará en condiciones de ganar la lucha contra la astucia de los programadores. Con lo cual volveríamos a la propuesta de hacer pagar por  el uso de los datos. Esta es una alternativa concreta y realizable además sin disposiciones de tipo cualitativo. La Unión Europea la debería contemplar y considerar seriamente.

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Sobre el autor, Jaron Lanier (nota biográfica que acompaña a su artículo en el FAZ):
Jaron Lanier. Foto de Allan J. Cronin, 2009
Jaron Lanier es informático, inventor, compositor, artista visual y autor. Es considerado como padre del concepto “realidad virtual”. Como científico es el director del proyecto “Nacional Tele-immersión Initiative”, que promueven varias universidades en aras de investigar lo que llaman “Internet2”. Imparte clases en la “School of The Arts” de la Universidad de Nueva York, y también en la Universidad de Columbia. Es cofundador del “International Institute for Evolution and Brain”, vinculado a la Universidad de Harward y a la Universidad de Paris.
Fue el primero en proponer redes informáticas sobre la base de Internet; en desarrollar el primer “avatar”, la primera cámara virtual para televisión y gráficos 3D para cine. En 1983 presentó con “Moondust” el primer videojuego. Su última publicación (aún no traducida al español): Who Owns the Future? [A quién pertenece el futuro. Tú no eres cliente de Internet, eres su producto].


Original: "Wer die Daten hat, bestimmt unser Schicksal", en Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ), 24-04-2014.   
Traducción al español: Tucholskyfan Gabi. 
Fuente de esta traducción: Blog del viejo topo (blogdelviejotopo.blogspot.com.es)


El debate en el Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ)
Como hemos dicho, las dos entradas publicadas sobre "El poder de Google", forman parte de un debate amplio a partir de artículos publicados en el Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ). Los textos están en alemán, pero algunos están disponibles también en inglés. Enlazamos a continuación algunos de estos artículos del FAZ:

Más información sobre Lanier:
Apenas son algunas referencias para aquellos que no conocían a Lanier y desean saber un poco más sobre este autor.




2 comentarios:

  1. --- El País, El tribunal de la UE respalda el ‘derecho al olvido’ en Internet 12 mayo http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/05/12/actualidad/1399921965_465484.html
    --- El País, 13 de mayo: "Siete claves para entender cómo le afecta la ley que respalda el 'derecho al olvido'" en http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/05/13/actualidad/1399977900_802799.html

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  2. Jaron Lanier ganó hoy el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes (Friedenspreis des Deutschen Buchhandels), una de las mayores distinciones literarias del país

    https://es-us.finanzas.yahoo.com/noticias/escritor-pionero-digital-gano-premio-141300969.html

    Lanier "reconoció los riesgos de un mundo digital para las personas a la hora de organizar libremente su vida", destacó este jueves (05.06.) en Francfort el jurado al anunciar el ganador de este año.

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